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Los malos hábitos de los niños y sus consecuencias.


En la vida existen situaciones buenas y situaciones malas, lo que puede ser bueno para unos es malo para otros.  Nuestros hijos no escapan a ello, a lo largo de su desarrollo tendrán conductas buenas y malas, algunas de esas conductas son las que llamamos hábitos, que a fin de cuentas es algo que se acostumbra a hacer.
No es de nuestro interés el explicar porqué se presentan, eso es campo de la paidopsicología,  pero sí lo es el mencionar algunos de esos malos hábitos sobre todo en los niños a partir de los 2 a 3 años y hasta los 7 a 8, que es cuando son más notorios y preocupantes, y entender sus consecuencias.
Para fines prácticos debemos pensar que los niños adoptan una conducta y si les es productiva, en el sentido de obtener algo de ello, la repetirán hasta que deje de serlo.


El hacer berrinches, enojarse, pegarle a alguien o pegarse a sí mismo, “privarse” (el famoso espasmo del sollozo), son manifestaciones para llamar la atención de los demás y no tienen una consecuencia real inmediata para su organismo, son preocupantes para los papás por la implicación social (“se ve mal”). No debemos alarmarnos porqué el niño NUNCA se hará daño por si mismo.
El no comer o hacerlo solo bajo ciertas circunstancias (viendo la tele, jugando, cantándole, correteándolo, cambiando el tipo de alimentos como si fuera un bufet), tiene por objeto llamar la atención de alguien (mamá, abuelita, nana, tía, etc.) a quién saben que pueden manejar para obtener esa atención, a fin de cuentas luego comerán algo y si lo vemos desde su perspectiva, del niño, es más divertido comer así.
El problema aquí radica en que los papás lo interpretan como una situación, el no comer, que puede afectar su crecimiento y a mayor preocupación familiar los niños comen menos, entrando en un círculo vicioso.


Por otro lado, los niños al igual que todos los seres humanos tienen preferencias sobre ciertos alimentos, algunos prefieren tomar leche y evitar los sólidos. Al no comer los alimentos que se le ofrecen podemos tomar la decisión de darle mejor leche, porque eso sí lo toma bien; en otros casos les gusta solo el pollo, por ejemplo, y al rechazar otros alimentos terminamos dándoles lo que si les gusta. En estas situaciones la dieta estará mal balanceada y puede ocasionarles déficits que se reflejarán en su salud, el peso y la talla.
En la misma tesitura encontramos los niños que se eternizan comiendo; o guardan el bolo alimenticio en la boca y lo están “rumiando”.
Una forma de compensar ese mal hábito en la alimentación es ofrecerles alimentos atractivos que contengan los nutrientes adecuados, vitaminas y minerales.


El factor común a esos malos hábitos está en llamar la atención o lograr algo en su benéfico. Los niños están chiquitos pero NO son tontos, saben manejar las situaciones a favor, mientras les resulte continuarán el mal hábito. Aquí radica el secreto para cambiarlos (esos malos hábitos, no a los niños); si los dejamos solos al hacer el berrinche, si deja de importarnos el que no coman, si no hacemos concesiones al momento de las comidas y les servimos lo que DEBEN comer, y si no lo hacen NO le damos importancia y terminamos ahí la comida, sin  ofrecerles alimento hasta la siguiente ni hacerles caso durante ese periodo, haciéndoles ver nuestra actitud hacia ellos como consecuencia de que no comieron, tendrán que reconsiderar su actitud.


La contraparte es importante, cuando SI coman lo que deben y lo hagan bien es cuando correspondemos al jugar con ellos, cantarles, halagarlos, darles las golosinas, ponerles sus videos favoritos y manifestarles que esa conducta, el comer y portarse apropiadamente, les otorga beneficios, y no al revés.

Dr. Alberto Medina Chanona
Pediatría Integral

 

 

 

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